viernes, 28 de noviembre de 2008

REORDENANDO ESPACIOS



A veces se me da por el orden. Eso puede obedecer a muchos criterios. Mis padres me decían que era porque algo escondía o tramaba. Yo diría que tan solo obedece a una extensión del deseo de buscar un cambio en mi vida. Y ahora que veo mi dormitorio, veo una tarea difícil, atosigante, peligrosa. No sólo consiste en limpiar, consiste en mover recuerdos, botar historias, romper testimonios escritos de algo que existió.

La vida misma es un completo desorden y nuestra madurez nos lleva a buscarle un orden dentro del constante caos que significa vivir rodeado de tanto ser. Hoy, sin embargo, tenía ganas de cambiar todo. Ganas de limpiar, de botar, de redecorar, de eliminar historias. Sin embargo, veo que es difícil. Las imágenes son fuertes. El cuadro que nunca entendí en la entrada de mi habitación o los patos siameses que nunca dejé que se desaten y, sin embargo, hoy tan solo son un mudo recuerdo de promesas selladas y olvidadas.

La desnudez de la vida misma significa luchar contra aquello que te hirió, que te emocionó, que te mancilló, que te alegró. Es reordenar aquellos momentos, aquellos pasos, entender por qué se dieron y seguir viviendo hasta que nuevamente te asalte el desorden.

Mi habitación luce mejor. Reacomodé los videos. Ya no existe el sofá pecaminoso. Hay mejor acústica. Mi espacio para escribir y estudiar es idóneo. Pero no me animo a botar ese cuadro ni esos patitos de cerámica... No es miedo. Es tan solo que no quiero matar el recuerdo. Al final, fue mi vida. Desordenada, ininteligible, absurda, frustrante, mágica, llena de pasión, esperanzadora.

La música suena fuerte. "Soy una lágrima...", dice el cantante. Una lágrima tan sola. Triste, salada como el mar en miniatura, pero al menos un tibio refresco para un nuevo verano sin sueños.

No hay comentarios: