La muerte
juega conmigo vestida de niña,
esperando que me funda en ella con un beso.
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Mi debilidad
expone mis heridas al viento,
y la brisa del mar muere en el intento de cerrarlas.
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El amor murió
sembrada por la duda,
en el vacío de tu corazón.
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Lágrimas de hombre,
producen ríos y mares
de frustración y desconsuelo.
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Fragilidad en flor,
muda huella de tu feminidad
silente al frío cruel en tu seno.
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Tu cuerpo,
en notas disímiles
guarda la sinfonía del estruendo.
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Desierto y oasis,
superficies de placer intenso
descubiertas con mi tacto.
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Tu cálida presencia,
suave aroma de incienso y flores,
salvaje llamada al instinto.
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Noche extrema,
lecho sin fronteras ni esquinas
imposible escape al vacío.
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Mirada de fuego,
deseo en cadena,
dos sombras convertidas en una.
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Mar rojo,
avecinándose irregularmente,
desciende de tu cuerpo formando un escudo.
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Juegos peligrosos,
que difícil es lidiar con la adrenalina en ebullición,
demasiada piel sobre piel nos cubre.
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La blancura imperfecta de tu vientre,
lienzo de éxtasis interrumpidos
por temores no controlados.
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La llave perfecta de tu cuerpo,
bañada en sudor y vida
entra fácilmente abriendo universos.
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Ajuste y fricción desmedidos,
tanto dolor que soportar
tanto placer en tan poco espacio.
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Suavemente en mi interior,
tus dedos buscan la nuez del placer
provocando explosiones lácteas nunca vividas.
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Silencio de doce solsticios,
tu lejanía de ayer, fatua y abrasadora,
hoy es tu presencia, inmisericorde y esquiva.
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